Se acabó » my friend». Ya me cansé de ti compañero. » Sayonara baby». Creo que ya me has arruinado bastante la vida. No voy a escucharte más, no voy a dejarte pregonar todos tus «incuestionables, razonables e incontestables» argumentos, por el tortuoso callejero de mi mente. Se terminó el seguirte a «pies juntillas», el considerarte como un dogma de fe. Cierro con decisión tu carcomido libreto del odio. Sé que me has acompañado parasitariamente durante toda mi existencia, haciéndote el imprescindible, hasta el punto de no saber lo que era real o no. Y has sabido perfectamente escudriñar el momento justo, elegir la forma adecuada, aprovechar el instante acertado, apostar a caballo ganador, para lanzar tus dardos envenenados de ponzoña. Y para ser totalmente honestos, yo me he dejado. Te he hecho el juego excesivamente fácil. Pero no porque me dejara, sino porque eres diabólicamente astuto. Sabes de mis errores y de mis vergüenzas, de mis fallos y de mis pecados. Sabes de mis miserias, de mis tristezas, de mis iras incontenidas. Sabes de mi daño, de mis lágrimas ácidas, de mis puños apretados, de mis frustraciones, de mis sueños rotos.
Y apareciste cual super-héroe alado en mi vida, para «ayudar». Como respuesta a esos ataques de mi tierna infancia. Para inundar poco a poco mi raciocinio, mi alma y mi espíritu con tu asquerosa y putrefacta filosofía, con tus aguas del Estix. Tenías todo el terreno abonado. Ya ni recuerdo cómo fue ni cuándo. Ahora, ya con canas, me he dado cuenta. ¿Por qué? Quizás un interrogación retórica pluscuamperfecta. » Porque tú me llamaste, porque tú me necesitabas y me necesitas. Porque sin mí no eras nada ni eres nadie. Me debes todo lo que eres, todo lo que tienes. No te atrevas siquiera a pensar en mi destrucción. Sin mí no serás nada. ¿ Qué harás? Vacío. No lo sé. Buen comienzo.
Ante el gélido rechazo, de forma sibilina me indujiste al ostracismo, al elitismo, al clasismo, a la errónea concepción de lo separado, del otro, de lo extraño, del «no es como yo». Me emborrachaste con los vinos de la marginación, subiendo los peldaños de mi torre de márfil, por miedo a lo diferente. Tu sentimiento antisocial, tu odio y beligerancia constante, los hice míos. El mismo cristal astillado que rasgó mi corazón, se multiplicó gracias a ti. Me dio vergüenza ser cómo era. Me negué a aceptarme, por evitar el dolor de esos alfileres que tanto se adentran en la piel. No aceptarme, me llevó a no quererme, a ver innumerables imperfecciones en mi ser. Y a ver las mías en los demás. Tánatos alado se posó en mi mirada. Me escondí. Rechacé porque me rechazaron.
Ante el vacío del abandono, me dejaste sin autoestima. Al quitarme la dulce leche materna, me inoculaste el trágico néctar de la aprobación, el veneno del reconocimiento, la miseria de la competición, de llegar el primero, ser el primero. La cruel ilusión del éxito y el fracaso. De la carestía, del » no hay para todos». De ser «el más». Me adentré en la masa, en lo correcto, en » lo que hay que hacer, decir, vestir, comer, comprar, consumir, escuchar». A cualquiera obsequié con mis daños por necesidad de ser aceptado. Porque pensaba que a través de la pena, no me volverían a abandonar. Despertaste en mí los celos, la inferioridad, la desconfianza perpetua. Y por inferioridad, me creí superior. Ante el abandono, me insuflaste la noción de la posesión. Otro infierno en el que viví. Abandoné porque me abandonaron.
Ante el rubor de la humillación, la culpa floreció en mi corazón. » Me han atacado porque es culpa mía, he hecho algo malo.» » Todo es culpa tuya». Y mis complejos, mis miedos, mis imperfecciones, se alegraron de tener ticket de primera clase, para este tren de alta velocidad. ¡Qué importantes se han sentido y que puesto de honor han ocupado gracias a la humillación! Violencia verbal, violencia física. Y de la violencia verbal pasas a la queja. La queja que te toxifica, ese eterno niño quejoso que quiere que le resuelvan la vida. O aceptas, o luchas por el cambio. ¿ Y la crítica? Crítica, crítica, crítica….palabras perniciosas que destruyen porque un día sus bocas fueron heridas, La herida que no cicatriza. » ¡Más maderaaaaa!». Y mi carácter se turbó, se volvió hostil y frío. » No te equivoques, les das la mano y te cogen el brazo». » Si no te la dan a la entrada, te la dan a la salida». Y me volví menos humano, menos empático, menos prójimo, menos amigo, menos involucrado. Mediocre, idiota. Humillé porque me humillaron.
Ante la cuchillada de la traición, ira. Los ojos como platos, por el descrédito de nunca imaginar, que el acero que se te clava en la espalda, duele tanto. Siempre viene por donde menos te imaginas. Siempre por quien menos te imaginas. Eso es lo que duele. Eso es lo que hace daño. Nunca son extraños los que más daño hacen. Siempre el golpe de gracia viene de retaguardia. Desconfianza » again». » Tócala otra vez Sam». Y el miedo, da lugar al dolor, y el dolor a la ira. Parece una enseñanza Jedi, pero es así. Y la ira te destruye por dentro. Te dispara las hormonas hasta límites insospechados, te hace ver guerras por todos lados, conflictos, enemigos, vencedores y vencidos. Te engaña, te hace creerte poderoso, fuerte, varonil, capaz. Pero te destruye. Niegas, niegas que todos somos débiles. Niegas que tú lo eres. Traicioné porque me traicionaron.
Ante la injusticia, envidia, avaricia. Pensar en las relaciones humanas, como » perfectas manifestaciones de una igualdad de resultados, ante acciones similares, equidistribución». Si te doy, me das. Si te quiero, me quieres. Si te ayudé, me ayudas. » No es justo». ¿ Cuándo la justicia humana ha tenido algo que ver» ¿ Por qué él tiene mejor trabajo, mejor casa, más dinero, más popularidad, hijos, aventura, vida fácil…? » La envidia, el peor de los pecados capitales, el más masoquista, el único con el que el pecador sufre. Y de ahí a la avaricia. » Todo para mí, aunque me sobre, no te doy». El ser humano, la única especie sobre la faz de la tierra que acumula riquezas, explota sus recursos, destruye entornos naturales, extingue especies animales, mata, traiciona, invade, extermina, por avaricia. Por dinero. El buey de oro acuñado en moneda. Interesado, materialista. Fui injusto, porque lo fueron conmigo.
Y ya por fin se quien eres. Eres mi EGO. No soy yo. Un día pensando en ti, sentí unos deseos irrefrenables de acabar contigo. Y me di cuenta de la trampa. De tu trampa. Acabar contigo. Era una trampa tuya para mentirme, hacerme ver que te había derrotado, que te había vencido. Que bueno soy ¿no?.. ya no estás, bajo la guardia. Ego de nuevo.
Te mataré, siendo consciente en cada momento de tus tentáculos, de tus intentos de enmarañar. Se que estás en mi, por que yo te llamé. Pero Yo no soy Tú.
Intentaré buscar mi auténtico ser. Pensar en nosotros y no sólo en mi. Comprenderé a cada ser humano que esté en frente mía, sabiendo de sus virtudes y defectos, aceptando con compasión. Seré amigable, e intentaré considerar amigo a cada ser humano, animal, vegetal, elemento que mora en este maravilloso planeta. Perdonaré, aunque no me pidan perdón, para liberarme de mis pecados, de mi dolor, no para ser perdonado. Me perdonaré. Amaré, como Dios nos ama, como lo hizo su hijo, sabiendo que no todos me amarán. Y me amaré a mi mismo. Agradeceré cada instante, cada momento, incluso si no es bueno. Me obligaré a ser feliz, para hacer feliz a los míos.
Seré humilde, entendiendo la grandeza de esta palabra. » Que tu derecha no sepa lo que hace tu izquierda». Creeré en la paz, interior y exterior. Regalaré simpatía para endulzar y endulzarme, por compromiso firme conmigo mismo
Disfrutaré del instante, para saber que si llego a viejo, pueda decir que he exprimido al máximo cada segundo de mi vida, y no decir » qué pena, qué rápido pasó todo, si hubiera..»
Toleraré y acogeré al diferente, entendiendo que es otro ser como yo, embarcado en esta maravillosa aventura llamada existencia. Daré, sin esperar a recibir, sólo por el mero placer de compartir, de dar.
Te dejo ir con alegría, te saco de dentro con delicadeza, te dejo partir sin resentimiento. Gracias por el tiempo compartido, gracias por haberlo intentado, gracias por ayudarme a pesar de hacerme tanto daño, pero ya no te quiero más. Quiero vivir.
Adiós.
Debe estar conectado para enviar un comentario.