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Cuando volvamos a la normalidad

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Dios sabe, por eso es omnisciente, que me he resistido con todas mis fuerzas, tampoco son muchas, presa del abatimiento, desesperanza y nerviosismo. Como la canción que se ha «convertido» en himno oficial/oficioso de estos tiempos descontrolados que nos ha tocado vivir. » Resistiré».

Me he resistido con mi rebeldía propia congénita a lo impuesto, a lo obligado, a » lo que toca», a el » escribe-unas-palabrillas-cojonudas- e- inspiradas/inspiradoras-opinando-lo-que-se-te-ocurra. Que-tema-tienes». Me he resistido a ser «hiper-maxi-productivo», a verme 1000 tutoriales de cocina. Como dice mi madre «Tú, todo es tocar los ******», como siempre he hecho en mi vida. Contracultural, contracorriente, contratodo. La verdad es que nadar río arriba ya está llegando a cansar. No por edad, si no por exceso de oportunidades. Y que no se crea nadie que por ello me siento especial. Todo lo contrario, en algunas ocasiones me encantaría formar parte del grupo, que no del rebaño, tener la misma opinión. Ser más políticamente correcto. Cuando en mi ciudad todos eran de misa diaria yo era un ateo contraeclesial practicante, y ahora que todo el mundo es ateo o agnóstico me veo rezando rosarios. Ese quizás ha sido el problema, que en muy pocas ocasiones, me he sentido integrado en nada. También seguramente es por que yo me he automarginado. Miedo al rechazo que dirían los especialistas. Pero bueno, tengo las 5 heridas emocionales. Como insisto, ningún orgullo en ello, únicamente que la mirada al pozo oscuro se muera conmigo.

Y mi resistencia pírrica, no ha sido de todo en balde. Cuando ya hemos superado los cuarenta días de reclusión domiciliaria, que no en el desierto, mi «actividad»-jajaja, personal se ha reducido a hacer ejercicio físico, leer mucho, recuperar sueño y disfrutar de mi mujer y mis hijas. Ni hablar tiene de los demás quehaceres de casa, limpiar, comida, deberes escolares, videollamadas, quebrarme la cabeza de cómo nos vamos a ganar la vida, cuánto tiempo vamos a seguir así, etc.. En este aspecto, también me ha salido la vena contestataria. No he sido muy productivo, lo confieso. No he sido un «hominis fructus», según la nueva religión neoliberal-capitalista. Sumido en un ERTE, con las esperanzas erosionadas y con la mirada llena de incertidumbre y descrédito, se le quitan a uno las ganas de todo. Hasta de quejarse.

Y eso, a pesar de haber generado una especie de actitud estoico-espartana-negacionista-del-ego-cristiana-me-resbala-todo, que la verdad me asusta algunas veces. Ya lo dijo el amado Maestro, «quien quiera, niéguese así mismo, abandone todo y sígame». Somos diamantes, a los que hay que pulir, pero a algunos nos han pulido demasiado a lo largo de la vida. Ya lo decía Fidias: » La estatua está ahí, yo solo quito las impurezas». A mi me vas a dejar en gravilla mamón.

Vivimos tiempos inciertos, surrealistas, virtuales. Las actitudes, la información, los dirigentes, las relaciones, las personas, los trabajos, todo está «contagiado» de esta necesaria ambigüedad, muy necesaria para nutrir nuestra resiliencia, base de nuestra supervivencia. Muy poco es auténtico. Muy pocos son auténticos. » O mueres pronto siendo un héroe, o vives lo suficiente para convertirte en un villano».  Nos estamos jugando nuestra continuidad en este maravilloso mundo que nos han regalado. Y me da la sensación, que el partido ya ha empezado y el marcador nos es adverso.

Y no quiero entrar en teorías conspiranoicas, pero tampoco caer en un » buenismo» nocivo e inútil. Y eso que mi naturaleza de infancia tóxica me empuja siempre a un pesimismo beligerante. Lo único que he hecho bueno y auténtico en esta vida, y espero seguir haciendo hasta que me muera, es amar con todo mi corazón a la que es mi mujer, y ser padre de mis maravillosas hijas. Por eso, ha valido la pena todo lo demás. Si Dios quiere, algo de mi quedará en ellas, y solo espero que recuerden con orgullo, lo que un día lucharon sus padres por sacarlas adelante. Con nuestras equivocaciones, con nuestros aciertos. Intentando no cometer los errores que nuestros padres cometieron con nosotros. Repitiendo y enseñando aquello en lo que humildemente pensamos que acertaron.

Pero si es cierto que nuestro presente no pinta bien. Y os confieso, me da vergüenza opinar, sobre todo en estos momentos, cuando hay personas que se la están jugando por nuestro bienestar, diariamente. Sobre todo cuando hay cientos de miles de personas que se han ido de este mundo de una manera cruel e inhumana. Sol@s. Sin el familiar que por sangre o espíritu merecía estar en ese último momento. Quiero pensar, como ha sido así, que nuestros héroes han sido la voz amiga, la palabra que anima. A nuestro personal sanitario en todas sus escalas, desde enfermeros, médicos, celadores, limpiadoras, seguridad, todo mi reconocimiento. Aun sabiendo que ese paciente se iba, que no podía más, han dibujado en sus caras, con los colores del corazón, la sonrisa del » no pasa nada, estamos aquí». A Guardia Civil, Policía Nacional y Local, Ejército, mi agradecimiento sincero y eterno. Han estado y están al pie del cañón, protegiéndonos y poniendo igualmente en riesgo su salud.

Ya habrá tiempo de enterarnos cómo ha pasado esto, cómo este bicho maldito se ha propagado a la velocidad del rayo en nuestras vidas. Ahora son tiempos de calles desiertas, de quedarnos en casa, por nosotros y por los demás, respetando las medidas de autoconfinamiento. Son tiempos de guantes, mascarillas y gel. Son tiempos de aplausos a las 20:00 en los balcones. Son tiempos de videollamadas, a papá, a mamá, buenos días ¿cómo estás? Son tiempos de ruedas de prensa, estadísticas, fallecidos al día, información/desinformación, bulos. Son tiempos de ver vídeos de Semana Santa de otros años, celebrar en casa la Feria de Abril, misas los Domingos en la televisión. Son momentos para estar con mi familia y aprovechar todo el tiempo que antes no he podido estar con ellas.

Son momentos de acciones solidarias, de generosidad, de cercanía al necesitado, al prójimo, al vecino. Son momentos de ayudar en la compra a los ancianos, de coser mascarillas, de hacer pantallas protectoras con impresoras 3D, de animar a los camiones de basura y coches de Policía, cuando pasan frente a tu ventana. Son momentos de oración, de pedirle y darle gracias a Dios por la salud de los tuyos, y de todos. Son momentos de fe, de esperanza, de caridad. Son momentos de responder a la pandemia como solamente el ser humano sabe hacerlo. Con nuestra humanidad. Y todo a coste 0 euros, 100% corazón.

Son momentos de reafirmar lo mejor de nuestra naturaleza humana, porque sólo de esta manera sacaremos algo en claro de esta maldita experiencia. Momentos para desenterrar nuestra excelencia, nuestros valores como personas. Momentos para recapacitar, para pensar en nuestros errores, en nuestros egoísmos, en nuestra avaricia. Para que cuando pase todo esto, no volvamos ni mejores ni peores, sino distintos. Para no volver a la «normalidad», porque no podemos volver a lo que éramos antes. Porque la «normalidad» es en parte lo que nos ha conducido a esto. Estoy seguro.

El maldito Virus.

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Este año los nazarenos de Sevilla nos quedamos en casa. Este año no nos ponemos el antifaz, capirote, capa, o esparto. Este año no cogemos ese cirio que ilumina, esa cruz que pesa. Este año no sacamos a nuestras sagradas imágenes a las calles. Este año la ilusión no la sesgó la lluvia, el trabajo o las inclemencias. Este año en el Domingo de Ramos, la Campana enmudecerá en un respetuoso silencio. Este año, nunca mejor dicho, la penitencia va por dentro. Un año en el que mis hijas, por primera vez, no harán estación de penitencia, vestiditas de monaguillo. Mi mayor con nuestro Cristo de los Estudiantes, la pequeñaja con el Cristo del Buen Fin. Momento difícil de lágrimas compartidas. Pero la luz del cirio no se apaga NUNCA. « Sed la luz que ilumina el mundo, que diga la verdad, la única verdad, que YO soy el CAMINO, la VERDAD y la VIDA». La cruz, la llevaremos el resto del año, « Coge tu cruz, ven y SIGUEME». Los nazarenos de Sevilla, rezaremos como nos enseñaron nuestros mayores. En respetuoso silencio, con Fe. Por los fallecidos y sus familiares, por los héroes vestidos con una bata blanca o verde. Por los que nos siguen dando el alimento y calman nuestra sed. Por los que vigilan nuestras calles. Por que esta locura pase pronto. Y lo haremos, como se hace las cosas en Sevilla. Con señorío, con arte y con clase. Y pasará, todo esto pasará. Y nos quedaremos con un sentimiento agridulce. Agrio, por no poder salir, y dulce, por que este sacrificio pequeño, se ofrecerá por todos, para que recuperemos pronto lo que ahora está en peligro. Nuestra Salud. Dios nos de Salud!!!