Calles vacías, ciudades fantasma

Ahora que nadie nos lee

«…Y respirar, tan fuerte que se rompa el aire
Aunque esta vez, si no respiro es por no ahogarme…»
(Vetusta Morla)

Después de una semana de confinamiento, lo he aceptado. Ha costado, la verdad. Primero fue la negación. No, no puede ser. Nos quitan la libertad. Luego fue la ira, la angustia, los nervios, el llanto. Ahora parece que ya lo he aceptado, me noto algo más tranquila, resignada. Tenemos que hacerlo. Es por un bien mayor. No estamos en una película, no. Es la realidad.

Lo que está pasando nos ha desconcertado a todos. A todos. Todavía no podemos creernos que el mundo haya parado por una epidemia. Que la vida en la calle se ha parado. Que no haya ritmo, que no haya horarios, que no haya reloj, que no haya un sitio a donde ir o algo qué hacer. Que no haya atascos en las carreteras…

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